No hay ningún otro animal en la Tierra, únicamente el hombre, que beba leche procedente de una especie diferente a la suya. Y tampoco que continúe consumiéndola una vez alcanzada la edad adulta.
¿Quiere esto decir que deberíamos dejar de tomar leche y otros productos lácteos, o al menos limitar su consumo? Pues, para desgracia de los amantes del queso, la leche y los yogures, entre otros, sí, sería recomendable hacerlo.
Los bebés recién nacidos producen una enzima, la lactasa, que les ayuda a digerir la lactosa de la leche materna. No obstante, hacia los 3 ó 4 años de edad, el organismo deja de producir esta enzima. Esa es precisamente la edad en la que tradicionalmente se producía el destete.
Hay una excepción a esta regla: el caso de ciertas comunidades europeas del norte, como por ejemplo los escandinavos, que siendo adultos mantienen una producción de lactasa suficiente como para digerir la lactosa de la leche y sus derivados. Sin embargo, esto se debe, simplemente, a una anomalía evolutiva. Paradójicamente esos pueblos son los más afectados por la osteoporosis y la diabetes tipo 1 (enfermedad autoinmune de la que se ha sugerido que las proteínas de la leche podrían ser un elemento desencadenante).
Por lo general, 1 de cada 4 europeos es “muy intolerante” a la lactosa, y a menudo sin saberlo. Asimismo, en Asia y África el problema afecta hasta al 80% de la población y, a nivel mundial, 3 de cada 4 personas podrían ser consideradas “intolerantes”.
Y es que, en el fondo, todos lo somos, al menos hasta cierto punto. Ahora bien, no existen reglas exactas, ni siquiera de límites de lactosa admitidos por el organismo; cada persona tiene su propio nivel de “tolerancia”.
Lo que está claro es que tomar muchos menos lácteos, limitándolos al máximo, o incluso dejar de consumirlos por completo, repercutirá muy positivamente en su organismo. Si quiere comprobarlo, le animo a eliminar los lácteos de su dieta durante los próximos 30 días. Su salud se beneficiará de ello notablemente, e incluso en ese plazo ya podrá notar algunos de los siguientes efectos:
Existe la sospecha de que el consumo de productos lácteos acidifica el organismo y provoca inflamaciones silenciosas que desembocan en un mayor riesgo de sufrir cáncer de próstata, enfermedades del corazón y depresión, además de osteoporosis y otras enfermedades de los huesos.
Aunque suena paradójico, ya que es innegable que los huesos están hechos de calcio, lo cierto es que ni este mineral ni la leche en general son capaces de fortalecer los huesos ni de evitar el riesgo de osteoporosis o de roturas óseas.
Ha sido un equipo de investigadores neozelandeses el que ha dado una respuesta definitiva al respecto tras recopilar los resultados de todas las investigaciones sobre el tema realizadas hasta la fecha. (1)
Los resultados son incuestionables: en casi 60 experimentos científicos diferentes se constata que ingerir más calcio no tiene ningún efecto sobre la densidad ósea ni la solidez de los huesos. Está claro que los huesos necesitan calcio, pero en pequeñas cantidades; cualquier ingesta mayor es inútil. Lo que en realidad da resistencia al hueso no es el calcio, sino su estructura de colágeno.
Los productos lácteos contienen de forma natural ácidos grasos trans que, pese a que la industria láctea los defienda como “no peligrosos”, son tan perjudiciales para la salud cardiovascular como los de la bollería industrial. (2)
Por su parte, los productos lácteos bajos en grasa nunca podrían ser la alternativa, ya que esconden un aumento (¡de hasta el 39%!) en el riesgo de padecer una enfermedad neurodegenerativa como el párkinson, de acuerdo con un estudio realizado durante 25 años y sobre más de 10.000 personas. (3)
Los productos lácteos son muy calóricos. Por eso todo aquél que reduce su consumo ve cómo su peso disminuye y se estabiliza. Pero, además, si usted ya está en su peso normal, si deja de tomar leche y derivados de ésta con toda probabilidad notará su cuerpo más fibroso y tonificado. (4)
Es increíble la energía que se gana cuando se dejan de tomar productos lácteos. Numerosas personas han confesado que, tras hacerlo, logran hacer muchas más cosas que antes en su día a día. (5)
Esto tiene una explicación: la leche contiene triptófano, un neurotransmisor que, junto con una dieta rica en glúcidos y proteínas, provoca fatiga y sueño.
Si el cuerpo se lo pide, no dude en liberar tensiones con frecuentes estiramientos, breves series de flexiones… ¡De este modo estimulará todavía más su energía y productividad!
Aunque los investigadores todavía no están seguros de qué relación guardan el asma y los productos lácteos, existen numerosos testimonios que reflejan una mejora respiratoria tras haber dejado de consumir leche y derivados de ésta. (6) (7) (8) (9)
Dejar de consumir leche y otros lácteos supondrá todo un alivio para sus intestinos. Muchos testimonios dan cuenta de que, una vez dejados atrás, sufren menos hinchazón, menos gases y que su tránsito es más regular. (10)
La leche es en realidad un alimento ultracalórico concebido para asegurar las necesidades de crecimiento de la cría de ganado (¡debe permitir a un ternero engordar 900 g al día!).
Además, contiene importantes dosis de hormonas de crecimiento, entre ellas IGF-1 (factor de crecimiento similar a la insulina 1, por sus siglas en inglés), que sobreestimulan la producción de sebo (la grasa de la piel). Esta grasa tapona los poros y favorece el desarrollo bacteriano (incluyendo el de Propionibacterium acnes, que está detrás del desarrollo del acné).
No son pocos los estudios científicos que confirman que los productos lácteos agravan el estado del acné. Por eso, si usted lo sufre o conoce alguien afectado por él, recomiéndele que tome menos productos lácteos. Marcará la diferencia. (11)
Aunque a algunos les sorprenda, lo cierto es que el olor corporal depende mucho, entre otros factores, de lo que se come. Y está comprobado que si deja de consumir lácteos su olor corporal será más agradable.
Esto se debe, según las investigaciones, a que estos productos contienen mucha proteína (caseína) que al descomponerse produce sulfuro de hidrógeno, uno de los preferidos de las bacterias.
Si ve demasiado drástico eliminar de repente los lácteos por completo de su dieta, también puede optar por limitar su consumo y apostar por los que menos lactosa contienen, ya que no todos poseen la misma cantidad.
La lactosa es el principal azúcar de la leche. Durante la elaboración de los diferentes productos lácteos, como por ejemplo los yogures o el queso, se introducen unas bacterias (lactobacilos) que se alimentan de esa lactosa. Es por eso que cuanto más “viejo” sea un queso y mayor su fermentación, menos lactosa tendrá, ya que las bacterias se la habrán comido en mayor proporción.
Se supone, por tanto, que en los productos más curados las bacterias han acabado por completo con la lactosa. Sin embargo, nunca se logra hacerla desaparecer por completo, por lo que los lácteos que van etiquetados como “sin lactosa” contienen, a pesar de esa denominación, hasta un 0,1% de ella.
Por su parte, los quesos industriales y los frescos son los que más lactosa poseen (contienen nada menos que un 4%; es decir, casi tanto como la leche entera de vaca), ya que se elaboran en sólo unas horas y no pasan por un proceso de curación (o éste dura apenas unos días). Son, por tanto, los más perjudiciales para las personas sensibles a la lactosa.
Tampoco es casualidad que esta clase de quesos no sepan a nada. Las bacterias y los microorganismos que se desarrollan en los quesos son los que les dan su característico sabor.
Y decirle que lo que quizá haya oído alguna vez respecto a que el queso procedente de leche de oveja o de cabra es pobre en lactosa no es más que una leyenda urbana; ambos contienen prácticamente la misma cantidad que los de leche de vaca.
En definitiva, la regla para identificar un queso pobre en lactosa es muy simple: cuanto más duro sea, cuanto más fuerte sea su sabor y cuanto más viejo, menor será su contenido en lactosa. Por ello el profesor de nutrición de la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos) Scott Rankin recomienda priorizar el consumo de quesos viejos. Al parecer, éstos permiten, incluso a las personas intolerantes a la lactosa, ir poco a poco acostumbrándose de nuevo a los lácteos y, pasado un tiempo, incrementar su consumo.
En el texto que acaba de leer ya ha visto que la leche y sus derivados no son lo más recomendable para su salud incluso aunque no sea intolerante declarado, pero no está de más que lo sepa si le gustan mucho. Y es que ya sabe: un día es un día y, puntualmente, siempre se puede hacer una excepción. ¡El paladar también está para hacernos felices!
¡A su salud!
Luis Miguel Oliveiras
Fuentes:
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Me parece muy interesante el artículo sobre la leche.
¿Pero, tienen algo a decir de la leche sin lactosa?
Por otro lado, la recomendación del consumo libre de quesos secos, no se le puede dar a las persones con hipercolesterolemia.
Saludos.
«No hay ningún otro animal en la Tierra, únicamente el hombre, que beba leche procedente de una especie diferente a la suya. Y tampoco que continúe consumiéndola una vez alcanzada la edad adulta.»
Pero es que tampoco hay ningún animal en la Tierra que cueza los alimentos, que los condimente, que los manipule, que haga extractos. ¿Hemos visto a algún animal que coja olivas, las machaque y haga aceite? Y sin embargo eso es sano comerlo, y no podemos comerlo todo crudo como los animales salvajes, porque, por ejemplo, las judías tienen una toxina que se destruye en la cocción. Yo estuve una temporada tomando menos leche y se me descalcificó terriblemente una muela y todos los dientes estaban sensibilizados, como de haber perdido esmalte. Volví a tomarla y se me puso mejor todo.
Ahora existe leches descremadas y deslactosadas. Lo que se quiere aprovechar son las proteínas, calcio, vit A, vit D en cantidades inmejorables respecto a otros alimentos. Y el hombre es único sobre el planeta .es el único que usa vestimenta, fabrica casas.etc…etc
Interesante. soy intolerante. a la lactosa hasta hace poco lo descubrí y me considero dañada x eso no encuentro medicamentos para evitar las consecuencias de haber comido durante mucho tiempo estos productos. Gracias x su información
El articulo habla sobre todo de los problemas causados por el azúcar presente en la leche, la LACTOSA. El inmunólogo francés Jean Seignalet (1936-2003) dice que el problema de consumir leche es que “se ingieren PROTEÍNAS bovinas en un tubo digestivo programado para digerir proteínas humanas.»
El ser humano no es capaz de digerir las proteínas de la leche de la vaca, descomponer las proteínas en aminoácidos. La absorción intestinal de proteínas sin digerir es la causa de enfermedades autoinmunes. La leche de cada mamífero es ESPECÍFICA para su cría. La leche de la rata está diseñada para que crezca el ratoncito y este tendrá capacidad de digerir la leche de la rata, no la leche de otro mamífero.
La leche de la ballena está diseñada para el crecimiento del ballenato, y este tendrá capacidad para digerir la leche de la ballena, no la leche de otro mamífero. AQUÍ TIENES LOS TEXTOS COMPLETOS DEL DR.SEIGNALET SOBRE LOS PROBLEMAS DE LA LECHE: https://goo.gl/QEwcMg
Yo estoy de acuerdo con el artículo y hay muchos otros alimentos que tienen más calcio y otros mecanismos para absorberlo mejor, no es la leche de los alimentos con mayor porcentaje de calcio, pero igualmente, por eso que dicen por ahí de que el ser humano manipula los alimentos y eso no lo hace ningún otro animal, es cierto, y por eso vamos cada vez peor, tenemos más enfermedades, porque algunas manipulaciones no nos benefician demasiado.
Tomar esas leches desnatadas, con añadidos en vitaminas, sin lactosa, etc… es lo mismo que tomar cualquier cosa menos leche, nos están engañando y nos dejamos engañar, la leche por si misma, si no está pasteurizada, es decir, cruda, tiene muchas cosas también positivas, pero en el momento que la someten a calor, la mayoría de ellas se pierden y sinceramente, si vas a tomar eso que venden en los supermercados mejor te tomas un vaso de agua, al menos no estás metiendo en tu cuerpo toda la química que le han añadido porqué primero se la han quitado en un super proceso de esterilización que no sirve para nada.
Lo que pasa cuando el queso se cura es que pierde Lactosa y se va convirtiendo en grasa, efectivamente y así es más digerible, si la procedencia del queso, es decir, de la leche es de buena calidad, ecológica y cruda, este queso curado además de grasa tendrá muchas más cosas buenas para la salud y para nuestro intestino, además de esa grasa tan estupenda, necesaria para el buen funcionamiento de nuestro organismo.
Me quedo de piedra, según ustedes, tengo que comer berros de mi huerta, y pollos de mi corral.
Cuando mi bisabuela hacia eso, el mundo era pobre, ¡y la gente moría joven!
¿No os estaréis pasando de estupendos?
¡Parece ser que todo está contaminado!
¡Este camino incierto, conduce a.…! Me lo callo ¡
Gracias por la información. Sobre los artículos publicados me sirven de gran ayuda. Saludos.