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Esguinces, moratones, heridas, eccemas… Descubra una solución natural que ha sobrevivido durante siglos

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Durante siglos, nuestras abuelas han preparado ungüentos de consuelda para tratar llagas, heridas y moratones.

Existe un dicho popular que no deja lugar a dudas: “La consuelda todo lo suelda”. De hecho, su propio nombre proviene del término latino “consolida” por su efecto para reunir, consolidar y fortalecer la piel, los tendones, los ligamentos y los huesos.

Sus propiedades cicatrizantes se deben a la abundante presencia de alantoína, un eficaz agente de renovación celular.

Y por eso este remedio todavía se utiliza hoy en día, entre otros, contra los esguinces, los hematomas y las escaras, es decir, las lesiones de la piel que padecen aquellas personas encamadas durante cierto tiempo (debido a enfermedades incapacitantes, a un posoperatorio largo o porque se encuentran en cuidados paliativos, por ejemplo).

La receta es muy simple: se pela y se muele la raíz fresca, recogida en otoño. La textura de la pasta resultante es viscosa y pegajosa. Debe mezclarse con vaselina y llevarse a ebullición, para dejar reposar esa masa después toda la noche.

Luego la pasta se filtra y se guarda en un bote, lista para usar.

La vaselina habrá adquirido todos los principios activos de la consuelda.

De lumbalgias a faringintis: un sinfín de usos

Las propiedades de la consuelda son tantas y tan variadas que cuesta creer que puedan proceder de una única planta.

Quemaduras, hemorroides, tendinitis, epicondilitis, periartritis, mialgias y lumbalgias e incluso osteoartritis y fracturas óseas son otras dolencias que pueden ser tratadas eficazmente con soluciones a base de consuelda.

Y la acción antibacteriana que le confiere su riqueza en taninos (además de su contenido en diversos tipos de ácido) la convierte también en un remedio natural muy útil contra las enfermedades bacterianas del aparato respiratorio.

Así, se utiliza su decocción para hacer gárgaras (una cucharada de raíz por vaso de agua y endulzado con miel) para combatir las anginas, la faringitis y la laringitis, por ejemplo.

Y asimismo por sus propiedades antibacterianas se utilizan mucho las irrigaciones con decocción de raíz de consuelda como tratamiento contra las infecciones vaginales o en la pared del útero.

¡No es una mala hierba!

Como sucede con muchas otras plantas medicinales de primer orden, la consuelda ha sido víctima del olvido y la ignorancia.

Es especialmente menospreciada por los jardineros, ya que sus grandes hojas rebrotan rápidamente después de ser arrancadas.

Es cierto que, si no le pone freno, su jardín no tardará en ser invadido por esta planta. Pero la clave está en cambiar la forma en que se ven las cosas.

Todo pasa por darse cuenta de que estas hojas que brotan una y otra vez son en realidad un regalo; un “cuerno de la abundancia” que le ofrece todos sus beneficios continuamente… ¡y gratis!

Tisanas estación

En vez de desesperarse viendo cómo sus hojas crecen sin parar, coja un cuchillo y póngase manos a la obra. Y es que sus hojas no sólo le servirán para curar infinidad de síntomas y dolencias, como ha visto, sino que además podrá aprovecharlas como un excepcional abono para sus cultivos, pues la consuelda es un excelente estimulador del compost.

Esta planta genera un fertilizante líquido de virtudes semejantes al abono de ortigas. Su preparación es sencilla: debe poner 1 kilo de plantas en 10 litros de agua y dejarlas fermentar durante 15 días a 20º C, antes de filtrar el resultado. Después, diluya el abono en agua con una parte de abono por cada 10 ó 20 de agua y vierta el fertilizante en la tierra de cultivo.

También puede colocar hojas de consuelda secas en el fondo de los hoyos en los que siembre tomates o patatas. Esas hojas se convertirán en un muy buen terreno para el cultivo, dado que la consuelda ayuda a la multiplicación de las raíces.

De hecho, esta planta es capaz de alargar increíblemente sus propias raíces, ¡incluso más de 2 metros!

Es su capacidad para traer los minerales a la superficie (como el potasio en sus hojas, por ejemplo) la que explica sus virtudes fertilizantes y le otorga a la consuelda un papel crucial en la vida de los jardines.

Además, coopera con las abejas

Como casi siempre en el reino vegetal, las flores de la consuelda atraen a numerosas abejas y otros insectos. Sin embargo, esta planta posee una particularidad muy notable: las flores de la consuelda son de color rosa o rojizo cuando son nuevas o “jóvenes”, y posteriormente se vuelven azules, cuando alcanzan la madurez.

Y, por supuesto, este cambio de color tiene una razón de ser.

De hecho, las abejas no perciben el color rosa. Eso permite a la planta evitar que las abejas vacíen sus flores demasiado pronto, lo que sería dañino para ella. Después, volviéndose azules, las flores logran atraer a las abejas y otros insectos en el momento adecuado, cuando pueden ser polinizadas.

¿Una planta venenosa?

Aunque tradicionalmente y hasta hace relativamente poco la consuelda se ha consumido tanto en crudo como cocinada (por ejemplo, en sopas o pasteles), recientes análisis químicos han demostrado que contiene alcaloides tóxicos para el hígado (concretamente pirrolizidínicos y alantoína).

Por ese motivo, en 2011 fue clasificada como planta venenosa por la Food and Drug Administration (FDA) americana y se prohibió la venta de cualquier solución interna a base de consuelda. También la Cooperativa Científica Europea de Fitoterapia (ESCOP, por sus siglas en inglés) y la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) recomiendan su uso externo -tópico- para múltiples dolencias, pero no el interno.

Lo cierto es que los componentes tóxicos de esta planta están presentes principalmente en su raíz (de la que también se extraen la mayoría de preparados terapéuticos), mientras que lo que habitualmente se come de ella son sus hojas.

No obstante, nuestra recomendación en este caso es que se ciña a su uso tópico (externo) y que evite siempre el contacto directo con las mucosas. Así, tanto usted como su familia podrán beneficiarse de esta gran fuente de salud ¡sin correr absolutamente ningún riesgo!


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