Existe un gesto cotidiano que ofrece un gran potencial a la hora de hacer frente a las situaciones más estresantes: reír. Eso sí, hay que hacerlo en unas condiciones concretas y con la frecuencia adecuada.
No se trata de ninguna broma, sino de las conclusiones de un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista PLoS ONE(1). La investigación contó con 41 estudiantes de psicología que respondieron a un cuestionario específico sobre la risa. Tuvieron que señalar cuántas veces habían reído a lo largo del día durante las 2 semanas previas, el motivo por el que lo habían hecho y qué intensidad dirían que tenía esa risa. Y asimismo se les pidió que indicasen los acontecimientos estresantes que hubieran experimentado en ese mismo período de tiempo, así como los diferentes síntomas de estrés que conllevaron esos episodios.
Al relacionar todos esos factores, los investigadores observaron que cuando los participantes reían con más frecuencia -y además lo hacían interactuando con otras personas- los eventos estresantes sufridos implicaban unos síntomas más leves. En cambio, observaron también que la intensidad de esa risa no afectaba a los síntomas del estrés. Es decir, que para poder beneficiarse de las propiedades antiestrés de la risa no importa tanto la intensidad de las carcajadas como el hacerlo a menudo (¡al menos unas 18 veces al día!) y junto a otras personas.
Fuentes:
1. Thea Zander-Schellenberg, Isabella Mutschler Collins, Marcel Miché et al.: Does laughing have a stress-buffering effect in daily life? An intensive longitudinal study. PLoS One. 2020.
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