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EHGNA, la epidemia que nadie ha visto venir

Cansancio, pérdida de apetito, problemas digestivos, rostro amarillento… Si aparecen estos síntomas, puede que usted sea uno de los cientos de miles de afectados por esta dolencia tan en boga, llamada enfermedad hepática grasa no alcohólica (EHGNA), que puede desembocar en sangrados digestivos e incluso coma.

Tener hígado graso puede estar asociado al consumo de alcohol y desembocar en cirrosis o incluso en cáncer. Hoy en día, sin embargo, la patología del hígado más frecuente es la EHGNA que, como ha visto más arriba, no está originada por el alcohol.

Los culpables de esta enfermedad son la comida basura, el exceso de azúcar y el exceso de grasa. En España, esta enfermedad puede afectar al 15%-25% de la población; cifras que aumentan en pacientes obesos y diabéticos. (1)

En resumen, es la enfermedad que afecta a los que se alimentan sobre todo de productos industriales de supermercado ultratransformados y enriquecidos con azúcares, sal o grasas malas. La ingesta continuada de estos productos produce la inflamación del hígado.

Lo complicado de esta enfermedad es que sus síntomas se confunden con facilidad con los de otras enfermedades y, a diferencia de lo que se podría pensar, no aparecen después de cometer excesos y transgresiones alimentarias.

Una patología silenciosa que puede desembocar en un cáncer

Se trata de un mal silencioso, que se desarrolla lentamente. Cuando se diagnostica, es necesario un seguimiento constante para mantener la enfermedad bajo control. Si no, puede desencadenar una cirrosis o un cáncer, y quizás para entonces ya se cuente con una única salida: el trasplante.

Esta nueva epidemia ha surgido por los cambios en la alimentación que se vienen sucediendo desde hace décadas. Una dieta rica en grasas saturadas (bollería industrial y alimentos procesados) y pobre en grasas no saturadas (aceites vegetales, pescado…), en fibra y en vitamina C origina la evolución hacia la EHGNA.

En cuanto a la fructosa, presente en gran cantidad en los refrescos, promueve una acumulación grasa excesiva en el hígado, que se almacena tanto en las células hepáticas como en el espacio intersticial. Y los refrescos light tampoco son inofensivos.

Hace décadas no era más que una intuición: la comida podía ser tanto nuestra mejor aliada como nuestra peor enemiga. Pero lo que descubrimos hoy va, por desgracia, más allá de cualquier teoría que se haya considerado o temido en el pasado.

Durante años, los especialistas la han ignorado

La EHGNA es presentada cada vez por más especialistas como una epidemia mundial. Pero, ¿por qué se ha descubierto tan tarde un mal de tal amplitud?

Durante años, los especialistas en enfermedades hepáticas han ignorado el problema, centrados en las hepatitis B y C, enemigas número 1 que combatir. De hecho, estaban convencidos de que el alcohol era la única causa de la cirrosis.

En ciertos casos, sin embargo, las enzimas de las células hepáticas (las más relevantes son: lanina transaminasa ALT, aspartato transaminasa AST, fosfatasa alcalina ALP y gamma-glutamil transpeptidasa GGT) eran demasiado altas, pero los análisis no revelaban ningún tipo de hepatitis. La realidad es que en las últimas tres décadas el hígado humano ha mutado: se ha deteriorado en silencio durante años antes de la aparición de las primeras señales.

Miles de personas están en riesgo

Lo más preocupante es que ya se ven casos en los niños y los adolescentes de hoy día, sometidos a una alimentación demasiado rica en grasa desde temprana edad y en muchos casos con sobrepeso.

Tisanas estación

En el ser humano, un índice de grasa en el hígado superior al 10% se considera signo de esteatosis hepática en fase avanzada. Es decir, que esteatosis hepática es sinónimo de hígado graso.

Una ecografía abdominal suele detectar la existencia de una esteatosis, aunque poco marcada. No obstante, también hay otras herramientas de formación de imágenes, como el FibroScan. Se trata de una técnica ultrasonográfica basada en la elastografía, que mide la velocidad de propagación de ondas elásticas a través del hígado y que, por lo tanto, permite conocer su estado, en particular el nivel de fibrosis, cirrosis e hígado graso. En casos graves se recurre a la biopsia hepática.

Sobrepeso, obesidad abdominal (idealmente, el contorno de cintura debería ser inferior a 94 cm en los hombres y a 88 cm en las mujeres), glucemia basal alterada (glucosa basal superior a 100 mg/dl e inferior a 110 mg/dl; a partir de 126 mg/dl se habla de diabetes) y otras características del síndrome metabólico como la hipertensión (más de 140/90 mmHg) acompañan en general a la EHGNA y son, por lo tanto, factores de riesgo. (2)

Además, el hígado graso está íntimamente ligado a la diabetes y conlleva de manera casi universal resistencia a la insulina. Es decir, que en estos pacientes esta hormona del páncreas ya no puede desarrollar su función, que es hacer que las células capten el azúcar sanguíneo.

Una buena noticia: la enfermedad puede revertirse

La cirugía bariátrica (reducción del estómago) podría ser una solución: se ha demostrado que la pérdida de peso que sigue hace desaparecer la EHGNA en cerca del 90% de los casos.

Pero, afortunadamente, hay otras maneras más “amables” de combatir la EHGNA; la patología puede revertirse a través de un estilo de vida saludable.

Tanto una dieta pobre en glúcidos (con un bajo consumo de pasta, arroz, pan, patatas…) como una dieta hipocalórica son eficaces para disminuir la esteatosis hepática. (3)

Además, hay algunas sencillas estrategias que usted puede aplicar en su vida diaria para reducir los riesgos de sufrir esta enfermedad hepática:

  • Mantener una alimentación sana, con un mayor consumo de frutas y verduras al día, así como pescado, aliñar con aceite de oliva o de colza…
  • Tomar café (mínimo dos o tres tazas al día).
  • Aumentar el consumo de antioxidantes, que combaten el exceso de partículas reactivas ligadas al oxígeno, causantes del estrés oxidativo (en el hígado graso el estrés oxidativo es intenso).
  • Aumentar el consumo de ácidos grasos omega 3 (especialmente los de cadena larga, que se encuentran en pescados grasos como la caballa, el salmón, el atún, la sardina…).
  • Controlar el nivel de testosterona (no debe ser bajo en el varón ni excesivo en la mujer) y las hormonas tiroideas.
  • Practicar deporte, lo que es fundamental porque reduce la inflamación y la grasa hepática y puede retrasar el inicio de la enfermedad hepática. Por ello, hay que realizar una actividad intensa (natación, jogging, bicicleta, etc.) durante 45 minutos, de 3 a 5 veces por semana.

Ahora ya lo sabe, la primera medida -¡y urgente!- contra la esteatohepatitis no alcohólica (EHGNA) es la de cambiar de modo de vida y de dieta alimentaria.


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