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¿Le preocupa su futuro?

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Estimado Lector,

¿Se imagina a un campesino feudal, que apenas lograba sobrevivir y dar de comer a sus hijos, preocupado por lo que sucedería en el mundo un siglo después?

¿O a un caballero medieval más centrado en manifestarse y reclamar medidas urgentes para las generaciones venideras que de plantar batalla al enemigo?

Esta es, aunque explicada con otras palabras, la idea que plasmó el ensayista francés Philippe Muray en un libro que releí este verano y que me ha hecho reflexionar acerca del futuro, de la incertidumbre y también de nuestros temores y aspiraciones. (1)

El punto de partida sería que, ciertamente, resulta muy difícil anticipar lo que les sucederá en el futuro a nuestros hijos, nietos, bisnietos…

Por mucho que hoy nos parezca incierto su futuro, ¿quién dice que no serán ellos quienes nos recuerden a nosotros con lástima?

Quizá sus hijos les digan a sus propios vástagos: “¡Deja de quejarte y piensa un poco más en tus abuelos, que vivieron en 2020 y se enfrentaron a unos problemas terribles que tú ni conoces…!”.

¿Hacia dónde vamos?

Es obvio que nuestro tiempo plantea una situación compleja.

Por un lado, somos más numerosos que nunca, y consumimos una cantidad ingente de recursos de todo tipo. Cada año vertemos miles de millones de toneladas de plásticos en los océanos y de CO2 en la atmósfera. Y estamos destruyendo especies de animales y de plantas a un ritmo vertiginoso; más rápido que en cualquier gran extinción anterior (incluida la de los dinosaurios).

Y eso por no hablar de la crisis del coronavirus en la que nos hallamos inmersos y todo lo que ha traído a nuestras vidas tan de sopetón…

Sin embargo, esta es solo una cara de la moneda.

La otra es que tenemos infinitamente más conocimiento, tecnología, recursos y energía que cualquier generación anterior a la nuestra para encontrar soluciones e implementarlas.

Eso crea una inmensa incertidumbre, ya que es del todo imposible saber hasta dónde llegaremos -y en qué dirección- en las próximas décadas.

Por ejemplo:

  • ¿Quién puede predecir qué progreso alcanzará la biología, en particular para permitir la repoblación de especies extintas?
  • El proyecto del reactor ITER de energía nuclear, que produce energía ilimitada, cambiará el mundo y volverá inútiles los combustibles fósiles de la noche a la mañana. ¿Nos proporcionará suficiente energía para capturar CO2 de la atmósfera, modificar el clima e incluso enfriar el aire si fuese necesario? (2)
  • ¿A dónde llegará la inteligencia artificial (IA)? ¿Nos permitirá resolver innumerables problemas hoy sin solución?

Estas son solo tres de las miles de preguntas clave que nadie puede responder en este momento (aunque muchos tengan sus teorías…). Aunque hay infinidad de incógnitas más:

– Sobre el futuro de las bacterias que consumen plástico para limpiar los océanos.

– Acerca de los vehículos autónomos y eléctricos que, tal vez, librarán nuestras ciudades del 90% de los automóviles.

– Sobre el agotamiento de recursos de fosfato para la agricultura.

Tisanas estación

– Al respecto del crecimiento demográfico (sabiendo que debería disminuir rápidamente a partir de 2050).

– Acerca de las nuevas fórmulas capaces de producir proteínas a partir de insectos.

Y especialmente sobre cuáles serán las consecuencias de todo esto y cómo cambiarán nuestra perspectiva.

El progreso de la incertidumbre

El matemático francés Henri Poincaré dijo una vez: “Cuanto más expande la ciencia el círculo del conocimiento, más crece el círculo alrededor de la sombra…”.

Es, simplemente, otra forma de decir que el avance científico y técnico hace que surjan preguntas cada vez más difíciles de responder.

Nuestro poder destructivo está creciendo, y eso nos preocupa. Pero al mismo tiempo crece nuestro poder de corrección y de reconstrucción. No debemos olvidarlo.

Por eso yo afirmo que sí es posible que nuestros hijos y nietos vivan mejor que nosotros.

Nadie puede estar seguro de que mañana todo será peor.

Y no estoy escribiendo esto para provocar conformismo y desmovilización. Todo lo contrario. Lo que quiero es que nadie se rinda.

Escucho con cada vez mayor frecuencia a personas que expresan ansiedad y desesperación acerca del futuro, que ahora resulta especialmente sombrío bajo el prisma del coronavirus que lo ha invadido todo.

Creen que todo está arruinado, que no hay nada más que hacer, que sí o sí nos encaminamos hacia el desastre…

Pero la verdad es que nada está escrito en piedra.

Hoy, como ayer, es posible que tengamos un futuro mejor. Todo depende de nuestra actitud y de nuestra voluntad de actuar, de nuestra inventiva. Y ello sin importar que esté la mala o la buena suerte esperándonos.

Una cosa es segura: el mayor peligro está en sentarse de brazos cruzados y esperar a que todo empeore por sí solo… De ahí que desde Salud, Nutrición y Bienestar (SNB) trabajemos con ahínco para poner a su disposición las herramientas que necesita a tomar las riendas de su salud y de su propia vida.


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