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Mis suegros se vienen a vivir con nosotros

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Es comenzar a hablar de la suegra y poco tardan en empezar las burlas.

No obstante, mis suegros viven la mayor parte del tiempo con nosotros y debo decir que eso nos hace muy felices.

Además, los beneficios que supone esta medida para su salud y bienestar son evidentes. De hecho, es la mejor medicina contra el envejecimiento.

Por la vida en comunidad

Mis suegros son demasiado mayores para seguir trabajando, pero para la casa y los niños son mejores que Mary Poppins.

Y ellos también están encantados de estar con nosotros.

En lugar de aburrirse, ver la televisión, estar solos o limitarse a sus amigos, que también son ya mayores, pasan mucho tiempo con sus nietos, a los que estimulan, distraen y hacen reír.

Los recogen del colegio, les dan la merienda, vigilan que hagan sus deberes y los llevan al parque.

Mi suegro, que es médico, enseña anatomía a mi hija, a quien le gustaría estudiar Medicina. Él lee siempre Tener S@lud y tenemos interesantes y enriquecedoras conversaciones al respecto.

Mi suegra, que fue profesora de lengua, ayuda muchísimo a mis hijos en las asignaturas de letras.

Nos ayudan con las compras, la comida y en general en casa, y eso nos ahorra mucho tiempo y preocupaciones.

Ellos, por su parte, ahorran dinero viviendo con nosotros porque no tienen facturas que pagar.

Todos salimos ganando.

A fin de cuentas, este sistema mutuamente beneficioso es el que se ha seguido durante milenios en todas las civilizaciones. Los mayores ayudan a los jóvenes y los jóvenes ayudan a los mayores. Más adelante le contaré algunas de las medidas que adoptamos en nuestra casa para lograr una buena convivencia con los abuelos.

La soledad es peor para la salud que la obesidad y el tabaco

La soledad es peligrosa para la salud de las personas mayores, hasta el punto de que duplica el riesgo de muerte prematura. Y, sin embargo, es un problema totalmente a la orden del día y no es difícil ver cada vez a más ancianos a nuestro alrededor viviendo e incluso muriendo en la más completa soledad.

En España el número de personas que viven solas asciende a más de 4,5 millones, de las cuales la mayoría son mayores de 65 años (el 41,7%) y, a su vez, un 70,7% mujeres. (1) (2)

Y lo peor es que la tendencia va en aumento y que se trata de un problema global, que afecta a la mayoría de países. De hecho, las escandalosas cifras que arrojó un estudio reciente sobre la soledad en Reino Unido han llevado al Gobierno británico a plantearse poner en marcha la creación de un Ministerio de la Soledad.

No es la primera vez que una investigación pone sobre la mesa los graves riesgos para la salud que supone la soledad. No obstante, un estudio llevado a cabo por Julianne Holt-Lunstad, profesora de Psicología en la Universidad de Brigham Young (Estados Unidos), ha vuelto a poner el foco de atención en ello a través de unas cifras sorprendentes. (3)(4)(5)

El efecto de la soledad es comparable al riesgo de fumar hasta quince cigarrillos al día”, explica. “Excede el riesgo del consumo de alcohol, del sedentarismo, de la obesidad y el de la contaminación”. (6)

Yo veo en mis suegros cómo el contacto con sus nietos (y me atrevería a decir que con nosotros también) les hace bien.

Suelen enfermar menos, son más activos, salen más a menudo y por lo tanto están en mejor forma física, comen mejor (ya que siguen el ritmo de las comidas familiares), compartimos las verduras ecológicas de nuestro huerto, nos ayudan a cultivarlas…

Es una de las ventajas de vivir tres generaciones bajo un mismo techo.

Gestión de conflictos

Se dirá que esta imagen idílica de las relaciones con mis suegros debe tener algún lado oscuro… Por supuesto que sí.

Mis suegros, como todos los suegros, tienen sus defectos, sus manías, sus fobias, sus momentos de mal humor…

¿Cómo se pueden gestionar?

Un espacio con entrada propia

Primero, algo importante. Nosotros tenemos la suerte de tener un espacio independiente, con entrada propia, que es donde ellos viven. Esto significa que no viven realmente con nosotros, aunque estén bajo el mismo techo.

Ni mi mujer ni yo entramos allí (nuestros hijos sí, y a sus abuelos les encanta que lo hagan), sino que respetamos su espacio.

Sé que tengo suerte, pero no es una casualidad. Siempre hemos tenido la idea de vivir en una casa con una vivienda separada para nuestros padres. De hecho, ese fue un criterio importante a la hora de elegir nuestra casa.

Recomiendo a aquellos que contemplen llegar a vivir con sus padres o suegros que hagan lo mismo. Y, para aquellos que puedan permitírselo, contar con una pequeña vivienda separada, por pequeña que sea, lo hace todo mucho más fácil. Está claro que esto no siempre es posible, y que es más sencillo si dispone de una casa en el campo que si vive en la ciudad, pero en definitiva sólo es una idea.

Tisanas estación

Intercambio de buenas formas

Este sistema de convivencia pensado para que todos salgamos ganando es decisivo para superar los inevitables roces de la convivencia.

Sé que no va a durar para siempre y que llegará un día en que ya no podrán ayudarnos, al menos desde un punto de vista práctico.

Sin embargo, para entonces, espero que nuestros hijos ya hayan crecido y puedan ayudarnos a su vez a cuidar de sus abuelos, con los que han creado fuertes lazos de afecto.

Creo que la carga será llevadera. Estaremos felices de devolver a mis suegros la ayuda y el afecto que le dieron a mi esposa cuando era niña, sin esperar nada a cambio, y que nos dan a todos nosotros ahora.

Poner límites

Mis suegros tienen el cuidado de dejarnos solos con frecuencia y de hacer cosas por su cuenta.

En especial los fines de semana, los festivos y por la noche, cuando estamos todos, se van, aunque en el fondo a veces les gustaría quedarse y participar en más actividades en familia.

Pero ese “saber retirarse a tiempo” permite que cada uno tengamos nuestro espacio y mantener intacta la alegría de tener ganas de verse.

Otro límite importante: tan pronto como sienten una tensión en la familia (por ejemplo, entre mi esposa y yo o entre uno de nuestros hijos y nosotros), desaparecen discretamente, en lugar de intervenir.

Debo decir que esta “neutralidad” y discreción son esenciales.

Ser honesto y actuar de buena fe

Mis suegros no pretenden ser perfectos, y nosotros tampoco.

Sabemos que tienen cosas que reprocharnos y viceversa.

Las explicaciones son a veces necesarias y, por eso, no dudamos en darlas. Esta honestidad en las relaciones ha significado mucho para ayudarnos a superar las dificultades.

Y finalmente…

He guardado este punto para el final porque para mi mujer y para mí es algo difícil de abordar, aunque sea esencial.

Mis suegros no intentan, y nunca lo han hecho, convertirse en los “jefes” de la familia, intentar ocupar un papel que nos corresponde a nosotros.

Esta suele ser una tentación irresistible para los padres, dado que ellos son los que siempre han tenido autoridad; ellos son los que saben, los que tienen experiencia, los que ya han pasado por todo, los que estaban antes. Así que esperan poder hacerlo a su manera y exigir que sus hijos no sólo les permitan hacerlo, sino que lo aprueben.

Nosotros pensamos que, para alcanzar un entendimiento duradero entre las distintas generaciones, los jóvenes deben escuchar a los mayores con respeto. Pero, también a la inversa, los mayores deben comprender que no siempre tienen razón y que sus hijos también tienen opiniones válidas.

Mis suegros lo respetan, y ésta es sin duda la clave del éxito de nuestra convivencia. Les estamos más que agradecidos porque no es tan frecuente que ocurra, teniendo en cuenta las historias que cuentan a veces nuestros amigos y las que incluso hemos presenciado en nuestro entorno cercano.

Cuando los padres desafían la autonomía y la autoridad de sus hijos mediante diversas estrategias más o menos retorcidas (chantaje emocional, autoritarismo, etc.), el conflicto está asegurado.

Pero basta con que uno sea consciente de este peligro para evitarlo.

A nosotros esta forma de vida nos funciona. Consideramos que vivir en familia numerosa no sólo es posible, sino que incluso puede ser muy beneficioso. Y creemos que, siempre que sea posible y haga felices a todas las partes implicadas, las relaciones intergeneracionales armónicas pueden hacer por la salud de las personas mayores más que todas las vacunas y antidepresivos juntos.

La soledad de nuestros mayores es para mí un reto que, como sociedad, deberíamos tomarnos mucho más en serio, proponiendo soluciones viables para el problema.

Me gustaría conocer su opinión al respecto, para lo que le pido que deje su comentario más abajo. Además, si vive usted con su padre o madre, o con su suegro o su suegra, ¡no dude en contar su experiencia!

 

Fuentes:

  1. Encuesta Continua de los Hogares. Año 2016. INE. Abril. 2017.
  2. Antonio Abellán García, Alba Ayala García y Rogelio Pujol Rodríguez. “Un perfil de las personas mayores en España, 2017. Indicadores estadísticos básicos”. INFORMES envejecimiento enred. ISSN:2340-566X. Enero, 2017.
  3. Ellen Kanitz, Margret Tuchscherer, Birger Puppe, Theresa Hameister, Armin Tuchscherer: “Social support modulates splenocyte glucocorticoid sensitivity in piglets exposed to social deprivation stress”. Physiology & Behavior.
  4. The Study of Adult Development. Robert J. Waldinger, M.D. Brigham and Women’s Hospital, Harvard Medical School.
  5. Boyle, Patricia A. PhD; Barnes, Lisa L. PhD; Buchman, Aron S. MD; Bennett, David A. MD. “Purpose in Life Is Associated with Mortality Among Community-Dwelling Older Persons”. Psychosomatic Medicine: June 2009 – Volume 71 – Issue 5 – p 574-579. Doi: 10.1097/PSY.0b013e3181a5a7c0.Patricia A. Boyle, PhD; Aron S. Buchman, MD; Lisa L. Barnes, PhD; et al David A. Bennett, MD. Effect of a Purpose in Life on Risk of Incident Alzheimer Disease and Mild Cognitive Impairment in Community-Dwelling Older Persons”. Arch Gen Psychiatry. 2010;67(3):304-310. doi:10.1001/archgenpsychiatry.2009.208.
  6. Holt-Lunstad, J., Smith, T. B., Baker, M., Harris, T., & Stephenson, D. (2015). “Loneliness and social isolation as risk factors for mortality: A meta-analytic review”. Perspectives on Psychological Science, 10, 227-237.


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