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Hace poco saltó a la prensa la noticia de que decenas de pacientes de los hospitales de La Paz y Ramón y Cajal, ambos de Madrid, habían tenido que ser aislados debido a un brote de bacterias hospitalarias. Ni son los primeros ni serán los últimos.

Y es que las bacterias y otros microorganismos campan a sus anchas por los hospitales, hasta el punto (prepárase a leer la cifra) de que cerca de 300.000 personas contraen cada año en España una infección nosocomial (hospitalaria) y casi 6.000 de ellas fallecen. En otras palabras, que 6.000 personas que entran cada año en un hospital para aliviar una enfermedad, en vez de ello se ven atacadas por microorganismos… ¡y mueren! Además, estas infecciones llevan aparejados unos costes económicos enormes para el sistema sanitario. (1)

Las infecciones nosocomiales (es decir, las relacionadas con el sistema sanitario en relación con prácticas asistenciales y que no estaban presentes en el momento del ingreso del paciente) afectan al 5% de los pacientes. A éstos les atacan principalmente Escherichia coli, Pseudomonas aeruginosa o Staphylococcus aureus, que son los tres micoorganismos que encabezan el ranking según su frecuencia en las infecciones hospitalarias.

Por supuesto, esto no ocurre sólo en España. Y de hecho muchos países cuentan con programas de vigilancia de las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria porque han convertido en un objetivo prioritario ponerles coto.

Lo que también es cierto es que los megahospitales en los que se acumulan miles de enfermos que acuden a consulta por motivos de lo más variado son una locura. Porque de ninguna manera es fruto del azar ni de la mala suerte que nuestros hospitales se hayan convertido en nidos de microbios donde se propagan bacterias multirresistentes y virus mortales.

 

La locura de los hospitales modernos

 

Si ha visitado alguna vez un pequeño hospital de los antiguos que aún funcionan se habrá fijado que su arquitectura y distribución no tienen nada que ver. Eran instituciones muy pequeñas. En aquella época en absoluto había menos enfermos que hoy, pero en la medida de lo posible se evitaba agruparlos a todos en el mismo espacio. En las ciudades grandes, donde los hospitales eran necesariamente de mayor tamaño, siempre se organizaban por pabellones separados por jardines, muy agradables para pasear, pero que sobre todo tenían la ventaja de crear un cordón sanitario entre las diferentes categorías de pacientes.

Jamás se hubiera pensado meter a las embarazadas bajo el mismo techo que los tuberculosos. Ni a los enfermos de cólera junto aquellos que se habían roto una pierna. Sin embargo, a día de hoy, da igual el motivo por el que acuda al hospital, porque deberá pasarse horas en urgencias junto a enfermos de lo más variado, o bien haciendo cola en los ingresos al lado de portadores de virus de todo tipo, incluidas las especies tropicales más peligrosas; y si no es así, se los encontrará de todas formas en el ascensor, los baños o el pasillo.

¿Cómo ha sido posible una aberración así? Como resultado, una vez más, de la fe ciega que la medicina ha depositado, desde 1945, en el progreso tecnológico, los desinfectantes y los antibióticos que supuestamente iban a permitir eliminar de un golpe todas las enfermedades.

“No pasa nada si cogen un microbio, ya les daremos antibióticos”, parece ser el razonamiento, consciente o no, que han hecho muchos de los creadores de los hospitales modernos.

Usted se encuentra al servicio del hospital

Nuestro sistema hospitalario no ha sido pensado entonces para el beneficio y la seguridad de los enfermos, sino para una organización más eficaz de los diferentes servicios, más conveniente para los médicos y el personal al cuidado de los pacientes y, en especial, para las cada vez mayores presiones prácticas y financieras ligadas a las “consultas multidisciplinares” y a su parafernalia tecnológica (quirófanos, radiología y servicios de diagnóstico por imagen, análisis biológicos…). De ahí esa sensación que tenemos a veces cuando nos encontramos enfermos de sentimos a merced del hospital, y no al contrario.

Porque estamos cumpliendo con su ritmo, sus horarios, sus pausas; somos nosotros quienes nos despertamos a las 6 de la mañana para que nos tomen la temperatura, o los que tenemos que esperar en los pasillos durante horas a que el escáner se quede libre. He visitado numerosas veces a enfermos en el hospital y me he dado cuenta de que su cansancio y su decaimiento se acrecentaban según iba pasando el tiempo, hasta tal punto que llegaba a ser imperioso para su salud sacarlos lo antes posible de allí para que pudieran recuperarse… en sus casas.

Que las ventanas de los hospitales ya no puedan abrirse en la actualidad (ni más ni menos que para disuadir a los candidatos al suicidio), sabiendo que el aire sano y puro del exterior es tan agradable y necesario cuando nos encontramos encerrados durante varios días, semanas o meses en una habitación, no hace más que probar que la dirección de los hospitales maltrata a sus enfermos.

La próxima vez que usted o alguien cercano sea hospitalizado, le recomiendo que tenga en cuenta los siguientes consejos prácticos para “sobrevivir” a una estancia en el hospital.

Llévese su propia almohada

Y es que estar hospitalizado resulta a veces indispensable para poder curarse. Sin embargo, el ruido, la luz, las idas y venidas a la habitación para que nos tomen la temperatura -a nosotros o al vecino-, además de la creciente omnipresencia de equipos electrónicos, que parpadean y emiten pitidos en todo momento, hacen que la estancia en el hospital se vuelva agotadora.

Por eso, es mejor ir bien equipado: llévese su propia almohada, tapones para los oídos y un antifaz que le cubra los ojos a la hora de dormir (como los que dan en los aviones).

Voy a añadir, además, dos recomendaciones clave para hacer más agradable la estancia… y que incluso pueden acortarla.

Tisanas estación

Cuando volvemos de una hospitalización, es normal sentirse desorientado e incluso tener pequeñas pérdidas de memoria. Un equipo de investigadores de Chicago se ha dedicado a estudiar este fenómeno (y es que, en efecto, se trata de un fenómeno). Han descubierto en su estudio que casi un tercio de las personas mayores de 70 años estaban desorientadas, distraídas y sufrían problemas de memoria tras un ingreso en el hospital. Sin embargo, casi el 60 % recuperó su estado normal a lo largo del mes siguiente tras recibir el alta hospitalaria. (2)

Cabe destacar que estos problemas aparecen en personas que no los padecían antes de la hospitalización. Por lo tanto, no existe ninguna razón para que le entre el pánico si tras estar en el hospital observa estos síntomas, ya sea en usted mismo o en un allegado, sobre todo si está tomando medicación, pues en principio todo vuelve a la normalidad en tan solo unas semanas tras el alta.

Sin embargo, puede actuar para prevenir este problema: la atmósfera viciada, ruidosa y a menudo demasiado caldeada de los hospitales acaba por debilitar. Por eso, cuando se está ingresado se tiene tanta tendencia a quedarse acostado, alternando lectura, siesta y televisión. Este modo de vida es, evidentemente, muy nocivo; si no se estuviera ya enfermo, ¡un plan como éste le haría estarlo rápidamente!

Así que, para salir del hospital lo antes posible, puede hacer algo bastante sencillo: caminar.

Investigadores de la Universidad de Texas hicieron un seguimiento a algunos pacientes hospitalizados mayores de 65 años durante cuatro meses. Detectaron algo que marcaba una enorme diferencia en la duración de las estancias… y se trataba nada más y nada menos que del hecho de caminar, con independencia del estado de salud de los pacientes.

De media, los pacientes pasaban unos seis días en el hospital. Sin embargo, aquellos que el segundo día de la hospitalización daban 600 pasos más respecto al primero permanecían en el hospital dos días menos que los demás.

No obstante, estos “grandes caminantes” tenían la misma probabilidad que el resto de estar con tratamiento intravenoso y no eran ni más jóvenes ni gozaban de mejor salud que los demás, y el simple hecho de caminar disminuyó el riesgo de recaída. (3)

Así pues, si prefiere estar en casa en lugar de en el hospital –siempre que lo autorice su médico–, póngase a andar. Pero asegúrese de utilizar el calzado adecuado, de suela antideslizante y bien encajado en el pie, para evitar dar un traspiés.

Y, para terminar, le daré otro consejo relacionado precisamente con las infecciones nosocomiales u hospitalarias de las que había empezado hablando.

Un estudio publicado recientemente en el American Journal of Infection Control revela un origen inesperado de las bacterias peligrosas: los teléfonos móviles.

Los autores examinaron los teléfonos móviles del personal del hospital, de los pacientes y de las visitas de los pacientes para encontrar bacterias resistentes a los antibióticos.

De los teléfonos del personal del hospital, el 20,6 % dio positivo en los test de bacterias, pero ésa es sólo la buena noticia. Resulta que, de los teléfonos que pertenecían a los pacientes o a sus familiares, el 39,6 % resultó ser portador de bacterias multirresistentes. (4).

En otras palabras, limpie con esmero el teléfono móvil si va a utilizarlo dentro del hospital, y asegúrese de que hacen lo mismo los familiares y amigos que vayan a verle (o al menos no lo utilizan mientras le visitan).

¿Cómo fue su experiencia la última vez que usted, o un familiar suyo, estuvo en un hospital? Le invito a compartirlo con el resto de lectores de saludnutricionbienestar.com dejando un comentario un poco más abajo.

Fuentes:

  1. “Estudio de Infecciones Nosocomiales en España (Epime) 2013”, que elabora cada año la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempspsh).
  2. Lindquist LA, et al. Improvements in Cognition Following Hospital Discharge of Community Dwelling Seniors. Journal of General Internal Medicine DOI: 10.1007/s11606-011-1681-1.
  3. Fisher SR, et al. Early Ambulation and Length of Stay in Older Adults Hospitalized for Acute Illness. Arch Intern Med 22 nov 2010; 170(21):1942-1943.
  4. Tekerekglu MS, et al. Do mobile phones of patients, companions and visitors carry multidrug-resistant hospital pathogens? American Journal of Infection Control June 2011; 39(5): 379-381.


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