Antidiabéticos usados para adelgazar, medicamentos del corazón que se emplean para la disfunción eréctil o vasodilatadores que ayudan contra la alopecia. Conozca estos y otros curiosos ejemplos de la «doble vida» de los fármacos
Hasta que un fármaco sale al mercado debe pasar por una rigurosa investigación para confirmar que tiene el efecto esperado y que no entraña riesgos para la salud.
Pero durante ese largo proceso, y que consta de varias fases en las que se realizan diferentes pruebas, a veces surgen resultados inesperados.
Por ejemplo, recientemente se ha sugerido que la tirzepatida, una molécula con efectos antidiabéticos ya contrastados, podría tener potencial en el tratamiento de la apnea del sueño (patología por la que se sufren breves paradas respiratorias mientras se duerme). (1)
Aunque lo cierto es que esta molécula ya es una vieja conocida de la investigación científica. Y es que también forma parte del medicamento Mounjaro, que inicialmente salió al mercado para tratar la diabetes tipo 2, pero que posteriores pruebas mostraron que también tiene un potente efecto antiobesidad, ya que ayuda a reducir el peso entre un 5 y un 22%. (2)
Sin duda, se trata de un caso muy mediático; sobre todo ahora que ha empezado a venderse en el mercado español.
Pero este es solo uno de los muchos ejemplos de fármacos que tienen una “doble vida”.
Probablemente el fármaco más conocido por tener un uso muy distinto al que se pensaba cuando se desarrolló es el de la Viagra.
Ideado inicialmente para tratar la angina de pecho y la hipertensión arterial pulmonar, en las pruebas realizadas con personas se descubrió un “efecto secundario” inesperado: los hombres tenían erecciones.
A raíz de este hallazgo nuevas pruebas confirmaron que, efectivamente, al aumentar el flujo sanguíneo, el fármaco también favorecía la erección, lo que hizo que pasara a comercializarse como medicamento para la disfunción eréctil.
Otro caso bastante llamativo es el de las inyecciones de bótox, a partir de la toxina botulínica (en dosis muy bajas). Hoy están plenamente asociadas al campo de la estética, siendo uno de los tratamientos más comunes para reducir arrugas. Y también se emplea para mitigar la hiperhidrosis (sudoración excesiva).
Sin embargo, originalmente se desarrolló para trastornos musculares oculares, como es el estrabismo o el blefaroespasmo (espasmos de los párpados), gracias a su potencial para paralizar temporalmente los músculos. De hecho, fue al ver que este efecto era incluso mayor del esperado, cuando su uso se diversificó.
¡Más ejemplos!
En los ensayos clínicos del fármaco Rogaine, un vasodilatador desarrollado para tratar la hipertensión, se descubrió que también promovía el crecimiento del cabello. Y actualmente la indicación más común es precisamente para la alopecia.
Por su parte, Zyban era inicialmente un antidepresivo. Pero al ver que también ayudaba a reducir los síntomas de abstinencia de los exfumadores, empezó a utilizarse como apoyo para dejar de fumar.
Y, por último (aunque hay muchos más casos), qué decir de la Thalidomida. Inicialmente se desarrolló para mitigar las náuseas de mujeres embarazadas, pese a los riesgos asociados al sistema nervioso. Precisamente por esa razón acabó retirándose del mercado, después de que muchísimos niños nacieran con graves malformaciones porque sus madres habían tomado el fármaco estando embarazadas.
Sin embargo, tiempo después la talidomida ha sido redescubierta como tratamiento para la lepra o el mieloma múltiple (un tipo de cáncer que afecta al sistema óseo). (3)
Precisamente el caso de la talidomida nos recuerda que estamos hablando de fármacos. Esto es, de productos químicos, muy agresivos en muchos casos, y que pueden ir asociados a todo tipo de efectos secundarios.
Incluso cuando se toman para el objetivo con el que fueron desarrollados.
Ahora bien, estos efectos secundarios se multiplican ante un mal uso del fármaco.
Si con cualquier fármaco hay riesgo de efectos secundarios (que se indican en el prospecto), estos se multiplican con creces cuando lo tomamos para una indicación distinta a aquella para la que fue diseñado.
Esto se debe a que los efectos adversos indicados son los que se han identificado durante las pruebas realizadas para desarrollar el fármaco. Sin embargo, si cambia el objetivo final del medicamento, y por tanto lo toman personas que no han formado parte de esos estudios previos (por ejemplo, con obesidad, en el caso de fármacos pensados para la diabetes), pueden surgir efectos inesperados. En muchos casos graves.
Y lo mismo ocurre con el riesgo de toxicidad. La dosis indicada en el prospecto es la que ofrece efectos sobre la condición médica para la que fue diseñado el fármaco. Pero, si lo usamos con otro fin, esa dosis puede ser excesiva e incluso letal.
De ahí la importancia de contar, especialmente en estos casos, con asesoramiento médico.
Por ejemplo, Ozempic, Trulicity o Saxenda, fármacos prescritos para regular el nivel de glucosa en diabéticos, a veces también se recetan en caso de obesidad o sobrepeso. Pero siempre contando con la supervisión de un médico para evitar efectos secundarios, ya que un mal uso puede provocar hipoglucemia, hipertensión o daños en páncreas, riñón e hígado.
Y, ojo, porque este uso erróneo también puede ocurrir con fármacos que en principio están pensados para el mismo objetivo que perseguimos. Es lo que ocurre con Mysimba, medicamento para controlar el exceso de peso crónico. Es decir, está pensado para casos graves de obesidad. Sin embargo, muchas personas lo toman porque desean perder peso, aunque solo sean unos kilos.
Pues bien, debido a este mal uso se han reportado reacciones tan graves como pensamiento y acciones suicidas.
En definitiva, debemos ser cautos con los medicamentos. El primer paso, por supuesto, pasa por no automedicarse. Y si se está siguiendo un tratamiento farmacológico, cuente siempre con el asesoramiento de un experto.
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