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ALERTA GRIPE. Lo que no le cuentan

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Estamos en una semana crítica de la epidemia de gripe en la que está inmerso el país desde mediados del mes pasado, y que sigue en ascenso. Urgencias colapsadas, bajas laborales, pacientes en cama, ingresados en hospitales… y fallecimientos, también fallecimientos, pues muchas personas no consiguen superar la gripe cada año en nuestro país y mueren.

Esta imagen del Sistema de Vigilancia de la Gripe en España refleja el nivel de difusión actual de la enfermedad en todo el territorio.

Mapa gripe 0117

LEYENDA DE COLORES: Verde: Nula; Amarillo: Esporádica; Violeta: Local; Rojo: S.Epidémica

Desde que comienza la fase de ascenso de la onda epidémica hasta que se alcanza el pico pasan unas cuatro semanas. La actual epidemia se ha adelantado seis semanas respecto a los últimos años, despistando un poco a las autoridades sanitarias, pues la gripe sigue un patrón temporal muy similar todos los años.

¿Significa eso que siempre es la misma gripe? En absoluto. Ahora le contaré por qué, puesto que en plena epidemia de gripe me siento en la obligación de alertarle para ayudarle a defenderse. ¿Pero a defenderse exactamente de quién…?

Déjeme que le presente al virus de la gripe:

Virus gripe

El virus de la gripe que ataca todos los años no es un solo virus, sino unos 300 virus distintos. Existen tres tipos de virus gripales que afectan a las personas, A, B y C, divididos a su vez en subtipos. El virus A es el principal causante de las epidemias que se producen cada año, el B se presenta generalmente en brotes más localizados y el C sólo provoca infecciones poco importantes y en casos aislados.

Además, los virus no dejan de mutar, no ya de año en año, sino incluso más veces a lo largo de una sola temporada. Así que se trata de un enemigo altamente ofensivo y tremendamente ingenioso, capaz de copiar el material genético de las células sanas del organismo en el que se introduce y parasitar las cadenas de producción de proteínas para poder reproducirse en su interior.

La hemaglutina es la “llave maestra” que utiliza. Cuando el virus entra en un organismo sano, busca en la superficie de las células de las mucosas respiratorias la “cerradura” con la que “abrirlas”, que es una molécula llamada “ácido siálico”. Cuando la encuentra, la hemaglutina se une a ella y franquea la “puerta” al virus, que llega al interior mismo de la célula y comienza allí toda su actividad infecciosa en el organismo al que ha llegado.

Los virus de influenza A se dividen en subtipos según dos proteínas de la superficie del virus: la hemaglutinina (H) que acaba de ver y la neuromidasa (N). Hay 18 subtipos diferentes de hemaglutinina (H1 hasta H18) y 11 subtipos diferentes de neuromidasa (N1 hasta N11) y además se dividen en diferentes cepas.

Los virus de la influenza B no se dividen en subtipos pero pueden dividirse en líneas y cepas.

Los nombres que los científicos ponen a los virus siguen una nomenclatura que utiliza los siguientes componentes:

  • El tipo antigénico (A, B, C).
  • El huésped de origen (porcino, equino, pollo, etc). No se da nombre de húesped en los virus de origen humano.
  • Origen geográfico (Denver, Hong Kong, Taiwán, etc.).
  • Número de cepa (3, 7, etc.).
  • Año de aislamiento (2009, etc.).
  • Para los virus de influenza A, la descripción, entre paréntesis, de los antígenos hemaglutinina y neuromidasa (como (H1N1), (H5N1), etc.).

Como le decía, difícilmente puede hablarse de un solo virus…

Además, el virus de la gripe es algo así como un “supervirus mutante”. Para cuando una persona infectada ha desarrollado anticuerpos que le protegen (y que impedirían volver a contagiarse de ese virus durante un tiempo), el virus ya ha cambiado y esa persona ya no tiene protección.

Y eso que miles de médicos e investigadores repartidos por todo el mundo y conectados entre sí (por países, por continentes y finalmente reportando a la Organización Mundial de la Salud -OMS-) conforman una inmensa red de vigilancia epidemiológica y clínica con un único objetivo: seguirle de cerca la pista para identificar patrones de la enfermedad con los que intentar sacarle ventaja y predecir cómo será la enfermedad al año siguiente.

Tisanas estación

Con ello pretenden -ilusamente, se lo digo ya- crear una vacuna efectiva para el año siguiente.

Todos los años, expertos de la OMS intentan anticiparse a los nuevos disfraces del virus. Recopilan los datos procedentes de los 110 centros centinela de vigilancia epidemiológica de la gripe repartidos por todo el planeta e intentan predecir cómo será el virus de la próxima gripe estacional. Una vez identificada la composición probable del virus, escogen los antígenos que van a formar la vacuna. Esta decisión se toma todos los años en febrero y afecta a la vacuna del año siguiente para los países del hemisferio Norte, como el nuestro.

El problema es que los investigadores que tienen la difícil tarea de determinar la naturaleza de la futura vacuna tienen un riesgo elevado de equivocarse.

¿Cree que aciertan cuando diseñan la vacuna, esa que anuncian todos los años a bombo y platillo y que supone la gran apuesta de salud colectiva frente a la gripe? Desgraciadamente, una de cada dos veces, las cepas del virus que se han integrado en la vacuna no son las que acaban circulando.

Otro problema práctico importante es si existe un buen virus para producir las vacunas. Es decir, no sólo debe ser concordante con los que se espere que circulen el año siguiente, sino que debe poder aislarse y cultivarse en gran cantidad (lo que suele hacerse dentro de huevos de gallina fecundados) para la producción de las vacunas, que a su vez deben estar disponibles para cuando comiencen las campañas de vacunación. Todo un desafío que incluye retos científicos, de tiempo y hasta de producción industrial.

Si quiere saber mi opinión, sin pelos en la lengua, pienso que la vacuna de la gripe es uno de los mayores fiascos de la medicina moderna. Falla más que una escopeta de feria.

Hay años que las vacunas consiguen proteger algo, otros pocos y otros nada, algo que sólo se sabe al terminar cada temporada. Pues una cosa es la eficacia de una vacuna y otra la eficiencia; la primera se mide en condiciones controladas, mientras que la segunda se establece con observaciones de campo, y puede haber mucha distorsión de los datos.

¿Una prueba? De los pacientes que han enfermado de gripe este año (algunos de ellos han fallecido y otros la han superado) pertenecientes a los grupos recomendados de vacunación por las autoridades sanitarias y que son controlados por el Sistema de Vigilancia de la Gripe en España, casi la mitad (exactamente el 46%) estaban vacunados, según los datos hechos públicos esta misma semana. Es decir, que los que hicieron caso a las recomendaciones oficiales y obedientemente se vacunaron, enfermaron de gripe exactamente igual que si no se hubieran puesto la vacuna, una vacuna que aunque creían les protegía sin embargo no sirvió absolutamente para nada.

No sé usted, pero yo a la vista de estas cifras lo que deduzco es que es totalmente indiferente vacunarse o no.

Porque teniendo en cuenta el azaroso procedimiento de fabricación de las vacunas, la mutación del virus y la pérdida de eficacia del sistema inmunitario de las personas con la edad, la única realidad estadística es ésta: en el mejor de los casos, las vacunas en las que invierten tanto dinero y esfuerzo las autoridades sanitarias servirán para proteger frente al 50% de las afecciones respiratorias susceptibles de afectar a cada persona cada invierno, y en el peor… ¡apenas al 10%!

A la vista de ese panorama, está claro que la vacunación no es la panacea frente a la gripe que las autoridades sanitarias quieren hacernos creer. Es mejor apostar por un camino alternativo, a base de vitaminas, “bacterias buenas” y la alimentación adecuada para que los virus de la gripe pasen de largo por su lado sin afectarle.

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